¡Auxilio: mi hijo quiere saber qué es un orgasmo!

Algunos empiezan ya de muy pequeños con preguntas tan inocentes como “¿por qué me levanto con el ‘pito’ largo?”, y quizás nos preguntamos cómo tendríamos que reaccionar. La mayoría de gente relaciona la sexualidad directamente con el coito y por eso nos hace sentir incómodos cuando hablamos, pero el tema va mucho más allá. También se trata del cuerpo y sus reacciones, y la expresión de emociones como el placer y el deseo.

¿Hay una edad para empezar a hablar de la sexualidad con los niños? ¿O realmente hay que dar explicaciones, si al fin y al cabo todos nos hemos espabilado de mayores con más o menos información?

Lo cierto es que los tiempos han cambiado. Con la llegada de internet, los niños de hoy pueden acceder a “información” que en la mayoría de los casos no saben gestionar. Sólo si tratamos la sexualidad de forma natural en casa, podemos ayudar a nuestros hijos a afrontarla de una forma sana, segura y con respeto.

Rosa Eva Rabanillo con su hijo Iván

Rosa Eva Rabanillo hace veinte años que es educadora sexual. Orienta a profesores, alumnos y familias en el tratamiento de la sexualidad en las aulas y en casa. Junto con Iván, su hijo de 15 años, escribió el libro Anda… Que te tenga que enseñar yo a hablar de Sexo (Sinthesis, 2015). Habla sin rodeos y con un aire fresco. Durante la charla que tuvimos con ella, nos propuso una serie de pautas para abordar la sexualidad con nuestros hijos sin tener que sonrojarnos.

1) Actuemos con normalidad (y aprovechemos las conversaciones de lavabo!)
Desde los tres años los niños empiezan a explorar su cuerpo. Tienen claro que hay diferencias entre hombres y mujeres. Y es muy normal que tengan curiosidad por ciertas cosas. Muchas de estas primeras conversaciones empiezan en el lavabo.

“Mamá, ¿tú también llevas pañal?”, es la típica pregunta que hacen los niños cuando ven que las madres se ponen una compresa. De una forma muy natural les podemos explicar que llevamos el “pañal” porque tenemos la regla y es una cosa que viene cada mes. Si son muy pequeños, no hay que dar muchas más explicaciones. Quizás, si ven sangre, preguntarán si nos duele o si nos hemos hecho una herida, y podemos explicarles que no hay ninguna herida, pero que a veces nos duele la barriga.

Hablar de la sexualidad tiene que ser algo cotidiano, normal, sin horarios ni calendarios.

2) ¡No nos andemos por las ramas!
Hay que centrarse en las preguntas y no andarse por las ramas. Intentemos responder sólo a lo que quieren saber.

Los chicos, por ejemplo, pueden tener su primera erección hacia los cuatro años. Muchos serán los niños que una buena mañana se levanten y pregunten por qué tienen el “pito” tan largo. A los cuatro años no tienen ninguna necesidad de saber que las erecciones sirven para facilitar la penetración. Pero sí que podemos aprovechar para explicar que es una reacción del cuerpo. Igual que temblamos cuando tenemos frío o sudamos cuando tenemos calor.

Hay niños que lo viven como un problema. Es importante desdramatizar y darles una solución, primero explicando qué es, y tranquilizándolos diciendo que a papá (o a los hombres adultos) también le pasa. Y que si nos lavamos con agua tibia y hacemos pipi, el pene volverá a tener la medida normal.

3) ¡Cuidado con el lenguaje no verbal! Pidamos tiempo para pensar.
“Mamá, ¿qué es un orgasmo?” Es fácil ponerse rojo o tragar saliva con esta pregunta.

Los niños son muy observadores. Si ven que una pregunta nos incomoda, porque nos ponemos rojos o cambiamos de tema, probablemente no volverán a hacer preguntas del mismo estilo.

Tenemos que tener claro que es normal y sano que nuestros hijos tengan curiosidad por el sexo, por lo tanto tenemos que crear un diálogo y una base de confianza para que los niños continúen viniendo a nosotros para resolver sus dudas. Por eso, si una pregunta nos incomoda y necesitamos tiempo para responderla, es mejor contestar “¡Uf, ahora me has pillado! Me lo pienso un poco y te respondo, ¿de acuerdo?”. Esta respuesta es mucho mejor que el silencio o que irse de la habitación. La honestidad siempre es la mejor política.

Los niños con siete u ocho años se quedarán tranquilos y volverán a jugar. Ahora sí, la respuesta tiene que llegar en un plazo corto. Hay libros que nos pueden ayudar en momentos como éste.

Con 7 años Iván, el hijo de Rosa Eva Rabanillo, le preguntó por el orgasmo. Ella le hizo una comparación que él podía entender: “Es una sensación intensa. Es como cuando tú juegas a fútbol y vas empatando. Queda un minuto para que el partido acabe. Tú tienes la pelota y corres hacia la portería, esquivando a todos los contrincantes. Y en el último segundo chutas y marcas gol. ¿Verdad que estarías súper contento? Habrás tenido un orgasmo futbolero, una sensación de mucha alegría”.

Cuando ya son más mayores, hay que dar algo más de información: “El orgasmo es aquella sensación de alegría y relajación al final del acto sexual”.

“Hay que explicar a los niños cómo ponerse un condón”, comenta Rosa Eva Rabanillo – Foto: R. Casado

5. ¡Saquemos el tema!
Hay niños o adolescentes que parece que nunca tengan dudas sobre la sexualidad. El hecho de que no hagan las preguntas abiertamente no quiere decir que no las tengan.

Si nos queremos asegurar de que nuestros hijos tengan información verídica y correcta en sus manos, tenemos que ser nosotros los que saquemos los temas.

¿Y cómo lo hacemos? Con los adolescentes mejor evitemos hacer un interrogatorio, porque pueden sentirlo como una invasión de su intimidad. Ellos nunca dan nada sin recibir nada a cambio. Por lo tanto, hace falta que nosotros saquemos el tema aprovechando algo que nos ha pasado, que hemos visto en la televisión.

6. Internet sí, pero pongamos las cosas en su lugar.
La mayoría de adolescentes dice encontrar información sobre sexo en los medios y en internet. Prohibirles este acceso es contraproducente. La curiosidad existe. Los adolescentes necesitan saber qué tienen que hacer para no meter la pata. Les tenemos que explicar que lo que pueden encontrar en internet es sobre todo pornografía, y no un ejemplo de una relación sexual habitual en igualdad de condiciones.

Si no queremos que nuestros hijos piensen que la relación de dominación es un hecho habitual, hay que explicarles cómo funciona una relación “normal”. Hay que educar en la empatía y en la comunicación afectiva. Decir “te quiero” también se aprende.

Está claro que podemos tener relaciones sexuales sin amor, que el sexo por el sexo es una realidad cotidiana, pero como padres tendríamos que transmitir que si nos llevamos el paquete completo, y el sexo lo practicas con aquella persona por quien sientes algo, sin duda siempre saldrás ganando.

7. ¡Demos unas pautas!
Cuántas veces no hemos dicho a nuestros hijos adolescentes que para tener un sexo seguro tienen que usar un condón. ¿Pero cuántos de nosotros les hemos explicado paso a paso, e incluso enseñado, cómo se pone este trozo de látex de forma correcta? ¡Hay que pensar que los niños no nacen sabiendo cómo ponérselo! ¡No es justo dejar en sus manos tanta responsabilidad sin un libro de instrucciones!

Lo mismo podemos decir si hablamos de la masturbación. Rosa Eva Rabanillo propone una “receta” para la masturbación femenina y masculina. El objetivo es evitar que una mala praxis sea la causa de erupciones o infecciones. Además, es una manera de normalizar la práctica. Hay que dejar claro a los chicos y chicas que es normal, que es una manera de conocer su cuerpo y de rebajar la tensión, pero que todo tiene un momento y un lugar donde hacerlo.

La “gran charla” sobre el sexo, cosa del pasado
La “gran charla” sobre el sexo se ha convertido en una cosa del pasado. Si queremos que nuestros hijos vivan la sexualidad con toda naturalidad, tenemos que crear un vínculo de confianza a lo largo de su niñez.

Un niño que recibe una educación sexual clara y muy orientada, centrada en valores, está más preparado para afrontar los desafíos que le impone la sociedad actual. ¡Bienvenidos al gran reto de formar personas maduras y sexualmente satisfechas!

Catalán