10 trucos para una mejor comunicación entre padres e hijos

Evitem acusar i cridar. – Foto: S. Silver

Según la psicopedagoga M. Helena Tolosa Costa la clave no sólo está en comprender a nuestros hijos e intuir qué les preocupa, sino también en saber expresarnos de la manera más adecuada para evitar conflictos que puedan dejar una huella en su identidad.

M. Helena Tolosa Costa (Barcelona, 1969) es docente, logopeda, psicopedagoga especializada en terapia familiar y madre de tres hijos. Habla sin rodeos y con ejemplos claros. Nos propone diez trucos para comunicarnos de la mejor forma con nuestros hijos.

1) ¡Siempre con la verdad por delante con un lenguaje adecuado!

No importa la edad que tengan los niños, siempre se los debemos comunicar la verdad, pero en el lenguaje y vocabulario adecuado a la edad, un lenguaje que ellos entiendan.

Pongamos el caso de q un niño de cuatro años que pregunta “¿qué hace esa señora sentada en la silla junto a la carretera?“. Con cuatro años, no hay que explicarle qué es exactamente una prostituta y a lo que se dedica con pelos y señales, pero podemos responder que hay hombres que no tienen nadie que los quiera y ella está por ellos. Con ocho años en cambio, ya podemos decir que es una mujer que se dedica a hacer el amor por dinero. Y con diez, podemos explicar perfectamente que es una prostituta con más detalles. Y con trece, hablar del oficio, de la situación y el tráfico humano. En todos los casos no hemos faltado a la verdad y hemos adecuado el lenguaje y los conceptos a la edad de los niños.

2) ¡Estiremos de la caña y resolvamos el conflicto!

Dependiendo de la forma en que hablamos a nuestros hijos, podemos cortar directamente una conversación. Muchas veces, sólo hay que tirar un poco de la caña para que los niños expliquen lo qué les pasa. Por eso es importante vigilar las frases que usamos.

Todos hemos oído alguna vez decir: “Estoy harto de mi hermano“. Y contestamos que “no queremos oír nada de eso!“. Conversación finalizada.
Pero si salimos con un “Estás muy enfada, ¿verdad? ¿Qué ha pasado?“, Estamos dando pie a que se resuelva el sentimiento y quizá dar salida a un conflicto.

Hay que evitar frases que impliquen acciones poco constructivas que puedan implicar un reproche, una lamentación, una comparación o una acusación, tales como: “Es que tú …“, “Parece mentira que …“, “Mira que éste lo hace mejor que tú “,”Por tu culpa …“.

En cambio, frases como las siguientes ayudarán a crear un ambiente propicio para encontrar soluciones: “Ostras, de verdad?“, “¿Qué dices ahora?“, “¿Quieres que hablemos?“, “Parece que esto es importante!“.

3) Olvidemos las etiquetas: la diferencia entre “eres” y “estás”

Imaginemos que nuestro hijo no es muy ordenado con sus cosas. Seguramente habremos soltado alguna vez la frase: “Eres un desordenado“. Con esta frase le estamos dando un rasgo de identidad que le caracteriza y forma parte de su esencia: “soy un desordenado“. Y si la repetimos a menudo, al final el niño se lo acaba creyendo. En cambio, si dijéramos “tu habitación parece una leonera“, estamos hablando de su conducta, algo que puede ser cambiada.

Eres un egoísta“, puede pasar a ser “ahora sólo estás pensando en ti“. O en vez de decir: “Eres un mentiroso“, que implícitamente está diciendo que el niño no tiene capacidad para decir la verdad y siempre miente, es mucho más recomendable subrayar “has dicho una mentira“, lo que implica que ha sido sólo aquí y ahora.

Con estos ejemplos queda claro que las etiquetas que ponemos a nuestros hijos los condicionan y les dicen en cierto modo qué papel deben hacer. Por tanto, las tenemos que usar en positivo; si tienen que hablar de alguna crítica, traducirlas al terreno de la conducta. Diferenciar entre “ser” y “hacer”.

4) ¡Vamos al grano, seamos concretos!
Tenemos la tendencia a generalizar. Cuántas veces no hemos dicho: “Quiero que te portes bien hoy!“. Seguro que sería más eficiente si fuéramos más concretos. Debe quedar claro qué queremos y porque lo queremos. Seguramente conseguiremos más resultados diciendo “no corras por los pasillos del hospital y habla en voz baja, porque hay gente muy enferma que necesita descansar“.

Esto también es válido a la hora de reforzar. Claro que podemos decir “qué dibujo más bonito“, pero tendrá más efecto si lo complementamos con “me gustan mucho estos colores tan vivos que has usado!“.

5) Fora “però…” i “llàstima”!
“Muy bien esta prueba, pero lástima que te haya faltado medio punto para llegar al diez”. Esta frase resta. El lenguaje del déficit hace sentir a los niños como si no dieran la talla. Siempre es mejor sumar e invertir el orden de la frase de tal manera que nos queda un mensaje positivo al final: “Sólo medio punto y hubiéramos llegado al diez … te felicito hijo, se nota que te has esforzado!

6) Adiós “es que tú …” y bienvenido “yo”.
“A mí me pone muy nerviosa que tenga que repetir cinco veces que tienes que venir a la mesa para cenar. Quisiera que con una vez fuera suficiente”. Esta frase será mucho más eficiente que “Es que nunca vienes cuando te llamo para cenar”. En la primera explicamos cómo nos sentimos, qué efecto nos provoca la actitud y qué deseamos. Estamos apelando a la empatía, una táctica más eficiente que la acusación.

7) Comuniquemos en positivo y con órdenes directas

Estudios han demostrado que el cerebro no procesa el “no” de inmediato. Cuando decimos: “No grites“, el cerebro entenderá primero “grites“, y en una segunda fase el “no”, por lo tanto la respuesta al “no grites” es mucho más lenta. En cambio, si la formulación es “Habla más flojo“, damos una orden directa que el cerebro procesa con rapidez.

Las órdenes en positivo siempre son más fructíferas y, de este modo, el “no” sólo lo usaremos cuando es realmente un “no” rotundo, a causa de un peligro inminente, una prohibición o para exigir el respeto de unos valores importantes.

8) No acusamos o amenazamos, hagámoslos responsables!

Imaginaos que dos hermanos están jugando. De repente uno empieza a llorar. Nuestra reacción habitualmente es dirigirnos al que pone cara de angelito con un “¿Qué has hecho?“. Esta pregunta implica directamente una acusación, e incita a una defensa: “Yo no he hecho nada“. En cambio, si pasamos a un “¿Qué ha pasado?”, Responsabilizamos a cada uno de su parte y damos la oportunidad de explicar la situación.

Lo mismo ocurre con las amenazas. A menudo tendemos a decir cosas del estilo: “Si no recoges tu habitación, no irás al parque“. Conseguiremos mucho más con una reformulación de la frase: “Cuando hayas recogido tus juguetes, podremos ir al parque“. De esta manera estamos dejando claro que depende del niño si va al parque o no. La responsabilidad está en sus manos. Además, establecemos un orden de prioridades.

9) Evitemos los gritos

Si analizamos en qué momentos solemos gritarle a nuestros hijos, seguramente descubriremos que es en momentos en que estamos cansados, cuando ya no tenemos más herramientas para hacer frente a la situación o porque queremos reafirmarnos ante alguien. Por tanto, los gritos hablan de nuestras necesidades como adultos, pero no aportan una mejora sustancial a la situación.

10) ¡Cuidemos los espacios nutritivos!

Si nosotros contamos el día a día a nuestros hijos, fomentamos que ellos también lo hagan y abrimos espacios de comunicación. Las palabras son como diamantes. Nosotros elegimos que sean balas que disparan y cortan la comunicación o semillas que siembran una buena relación.

Si aprovechamos estos trucos, ayudaremos a que los niños se sientan escuchados y apoyados. Fomentaremos una comunicación abierta y positiva, creando así un ambiente familiar adecuado para el buen desarrollo de los niños y jóvenes.